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miércoles, 9 de enero de 2019

LA CRISIS DE LOS ESTUDIOS DE COMERCIO EN ESPAÑA

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Los estudios de Comercio en España se reformaron en 1953. La reforma, entre otras cosas, supuso la desaparición el grado superior (Intendencia mercantil y Actuariado de Seguros), que se integró en las Facultades de Ciencias Económicas, Políticas y Comerciales. Los estudios de Peritaje mercantil y Profesorado mercantil siguieron impartiéndose en las antiguas Escuelas de Comercio. 

A partir de entonces se produjo un descenso del número de alumnos matriculados. Los intentos de reforma de la carrera de Comercio que se realizaron desde 1959 no prosperaron. Fue la Ley General de Educación la que transformó los estudios, al integrar en la Universidad las Escuelas Profesionales de Comercio como Escuelas Universitarias de Estudios Empresariales. Las enseñanzas de perito mercantil se extinguieron en 1979 al transformarse las Escuelas Periciales en Centros de Formación Profesional. .

Las enseñanzas mercantiles oficiales en España nacieron en 1850, crecieron hasta mediados de los años cincuenta del pasado siglo, iniciando entonces su declive. Finalmente desparecieron los estudios y los centros donde se impartían —las Escuelas de Comercio— con la Ley General de Educación de 1970, porque las Escuelas Profesionales de Comercio se integraron en la Universidad como Escuelas Universitarias de Estudios Empresariales para impartir el título universitario de Diplomado en Ciencias Empresariales. 

Las enseñanzas mercantiles tuvieron una estructura cíclica con tres títulos académicos secuenciales: Perito, Profesor e Intendente Mercantil o Actuario de Seguros. El título de Perito mercantil daba acceso a los estudios de profesorado mercantil que a su vez permitían cursar los de Intendencia mercantil y Actuario de seguros. Estos dos títulos dejaron de impartirse a parir de 1953, al integrarse en la Licenciatura de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales (Sección de Económicas y Comerciales). Genéricamente a quienes obtenían alguno de los títulos impartidos en las Escuelas de Comercio se les denomina «Titulares mercantiles». 

¿Por qué nacieron los estudios de comercio? 

Porque para gestionar las empresas se necesita personal cualificado. Conforme la gestión empresarial se hizo más compleja, el periodo de formación académica requerido para los gestores aumentó: «A medida que la dirección de la empresa requería una gama más amplia de conocimientos cada vez más especializados, el número, la formación y cualificación de los gerentes y altos directivos en general aumentó»

1 . Pero en la organización empresarial hay diferentes niveles de responsabilidad. De ahí los tres títulos mercantiles. Primero se creó el título de Profesor mercantil (1850), luego, como estudios previos, el de Perito mercantil y en 1915 el de Intendente mercantil como grado superior de la carrera. Dos cuestiones marcaron los estudios mercantiles en España. En primer lugar su carácter cerrado: para acceder a cada título era necesario haber cursado el anterior. Y en segundo lugar, la equivalencia académica y el reconocimiento social y laboral de los títulos con otros del sistema educativo; el acceso a los estudios se realizaba a una edad temprana, 12/14 años, y podía alcanzar la máxima titulación, Intendente mercantil, a los 20/21. 

A estas dos cuestiones se le añadió una nueva, sin lugar a dudas relacionada con las anteriores, en los años cincuenta y sesenta del siglo XX: la aparición de enseñanzas con contenidos similares a los de Comercio. 

La especialidad de «economía de la empresa» en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas 

La creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en 1943 se debió a la convergencia, por una parte, de los intereses de la FET y la JONS de tener un centro de formación que homologara académicamente a sus cuadros dirigentes con los de otras titulaciones, y, por otra, que el ministro de Educación Nacional, Ibáñez Martín, era discípulo del catedrático José María Zumalacárregui, promotor y defensor desde 1919 de la creación de Facultades de Economía en nuestro país. 

Realmente en 1944 se creó una Facultad bifronte, en cuanto que los planes de estudio de sus dos Secciones, la de Políticas y la de Económicas, eran diferentes ya desde el primer curso. En un principio (1943) se consideró que la sección de Economía de la nueva Facultad se dedicaría únicamente a las enseñanzas de «Economía general». Sin embargo, el Plan de estudios aprobado abría «al alumno tres vías de especialización correspondientes a tres finalidades esenciales que puede perseguir con estos estudios: el puro cocimiento científico, el desempeño de cargos económicos en la Administración Pública y la actividad económica privada». 

Esta última finalidad se materializó en la especialidad de «Economía privada» en la que se incluían asignaturas contables que eran inherentes a los estudios de Comercio. Sin embargo, la Facultad y las Escuelas eran consideradas ámbitos académicos distintos; por ejemplo, en el Plan de estudios de 1944 no se convalidaban a los titulares mercantiles (profesores e intendentes mercantiles y actuarios de seguros) matriculados en la Facultad las materias cursadas en las Escuelas de Comercio. Más aún, para el ingreso en la Sección de Economía de la recién creada Facultad se equiparó al profesor mercantil con el bachiller, debiendo realizar las mismas pruebas de acceso. 

No obstante, los intendentes mercantiles quedaban exentos de realizar ese examen. Con la salida al mercado laboral de la primera promoción de la licenciatura se generó un conflicto de intereses entre los egresados de la Facultad y los Titulares Mercantiles. La convivencia de los dos graduados se hizo difícil, según Gual Villalbí, por las «pretensiones [de los licenciados en económicas] de recabar aptitud para cargos profesionales que son característicos de la carrera de Comercio». Desde el punto de vista académico, la confrontación se zanjó definitivamente con la Ley de 17 de julio de 1953 sobre la Ordenación de las Enseñanzas Económicas y Comerciales aprobada durante el Ministerio de Joaquín Ruiz-Giménez (BOE de 18 de julio de 1953). La Ley se justificó por los progresos de la economía y la industria nacional, al que habían contribuido «de modo eficaz los Titulares Mercantiles con su preparación y conocimientos...». Se consideraban paralelas las enseñanzas impartidas en las Escuelas y en las Facultades. El periodo técnico se cursaría en las Escuelas de Comercio y el universitario en las Facultades, que absorbían los estudios de intendencia mercantil y actuario de seguros que se cursaban en las Escuelas de Altos Estudios Mercantiles. La integración de las enseñanzas de intendencia mercantil y actuariado de seguros dio lugar a las especialidades de «Economía de la Empresa» (que sustituía a la de «Economía privada» que existía en el Plan de estudios de 1944) y de «Seguros» en la Licenciatura.

Las reformas de las enseñanzas mercantiles de 1953 y 1956

El ministro de Educación Ruiz-Giménez desarrolló la Ley con la elaboración de los Planes de estudios de la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, junto con el de otras licenciaturas, y el de las Escuelas de Comercio. Los aspectos más destacados de la reforma de 195317 en lo referente a las Escuelas de Comercio eran que se accedía con la edad mínima de diez años; tras cinco cursos de estudios y una reválida («prueba de grado») se obtenía el título de Perito mercantil. Con este título se podía acceder a las enseñanzas de profesorado mercantil que, a su vez, daban acceso a la licenciatura en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales con las condiciones que se han apuntado anteriormente.

El acceso a las Escuelas de Comercio a los diez años suponía que las enseñanzas de peritaje mercantil se equipararan a bachiller elemental y los estudios de profesorado mercantil a los de bachillerato superior. 

El Ministerio creía que la Ley resolvería los conflictos académico-laborales que habían surgido tras la creación de la Facultad. Más aún, el Ministerio —Revista de Educación— consideraba que se abría «la puerta grande de la Universidad» a los estudios de Comercio, «al quedar englobadas» en la Facultad las enseñanzas de intendencia y actuario de seguros y los profesores mercantiles poder «acceder a la Universidad española sin necesidad de pasar por las pruebas del curso preuniversitario». 

La Ley de 1953 y el nuevo Plan de estudios para Comercio recibieron fuertes críticas tanto por la pérdida de parte de las enseñanzas cursadas en las Escuelas, los Altos Estudios Mercantiles, como por la equiparación encubierta con las Enseñanzas Medias. La crítica partió de los propios centros y de las asociaciones profesionales que veían lesionados sus intereses, lo que llevó a que se modificarán algunos aspectos sustanciales de la Ley de 1953 a finales de 1955. Por ejemplo, se aumentó la edad de ingreso en las Escuelas que pasó de los 10 a los 14 años, exigiéndose el bachiller elemental, lo que reforzaba el papel que se quería dar a este título medio, a la vez que se equiparaba a los futuros peritos mercantiles con los bachilleres superiores. El motivo argumentado para esta reforma era la equiparación de las Escuelas Profesionales de Comercio con las de Peritos Industriales, Agrícolas, Aparejadores y Maestros Nacionales en cuanto a los requisitos de acceso. 

La reforma de 1955 no alteraba la estructura de la carrera diseñada en 1953. Sólo desaparecía la formación cultural básica que debían proporcionar las Escuelas, al no ser necesaria porque los alumnos ingresarían con el bachillerato elemental. Así pues, el peritaje mercantil ahora consistía una preparación técnica para actividades económico-mercantiles y administrativas. Podría hablarse de que la equiparación académica del peritaje mercantil con el bachillerato superior supuso que los estudios de profesorado mercantil perdieran el carácter de enseñanza secundaria.

Consecuencias de las reformas de Ruiz-Giménez en las Escuelas de Comercio 

A finales de los años cincuenta los títulos mercantiles quedaron, pues, como unas enseñanzas profesionales en tanto que permitían acceder a una profesión titulada. Y, a la vez, con los estudios de profesorado mercantil se podía cursar la licenciatura en Económicas en mejores condiciones que con el bachiller. No obstante, las titulaciones mercantiles no estaban equiparadas a ningún grado académico de los que configuran los básicos del sistema educativo: enseñanza primaria, enseñanza media y enseñaza universitaria. En este sentido, el ministro Villar Palasí, en la presentación en el Consejo Nacional y en las Cortes (1969) del «Libro Blanco» que dio lugar a la Ley General de Educación, reconoció el desajuste que había entre los estudios de Comercio con el resto del sistema educativo: eran «como un anejo, como una separata, como algo diferente que discurre por distintos cauces, que los del sistema educativo general»

Las equiparaciones académicas de los grados de Comercio con otros estudios oficiales era una de las cuestiones indefinidas en la legislación educativa, aunque no en la administrativa. Técnica Económica —revista editada por el Consejo Superior de Colegios Oficiales de Titulares Mercantiles de España— realizó una comparación de títulos académicos necesarios para el acceso a los diferentes puestos de la Administración Pública; en particular comparaba los de Perito y Profesor mercantil con los títulos de Bachiller y Licenciado.

Realmente lo que subyacía en la comparación era el reconocimiento social, a través de las competencias profesionales en la Administración Pública, de los títulos académicos obtenidos en las Escuelas de Comercio. 

En este orden de cosas, las Escuelas y sus estudios quedaban en un limbo dentro del sistema educativo: ni eran enseñanzas medias propiamente dichas, ni se integraban en la Universidad, ni seguían las pautas definidas para las enseñanzas técnicas en 1957. Eran unos estudios finalistas, a los que se accedía a los 14 años con el título de Bachiller Elemental y se concluían los dos ciclos a los 20 años de edad. La misión de la carrera de Comercio se fue difuminando desde el momento en el que otras enseñanzas facultaban para desempeñar actividades laborales que eran exclusivas de los titulares mercantiles, aunque siempre les quedaba a los titulares mercantiles ejercer profesiones tituladas. 

A partir de entonces el número de alumnos que estudiaban Comercio se fue reduciendo. Solo salvaban a las Escuelas de Comercio las matrículas de los alumnos de las Enseñanzas Auxiliares, es decir, las que no formaban parte de las enseñanzas mercantiles, pero que se impartían en las Escuelas en dos cursos a alumnos carentes del bachillerato elemental.  La pérdida de alumnos en las Escuelas de Comercio y el éxito de las Facultades, aunque la opinión «oficial» atribuía el descenso de estudiantes de las enseñanzas mercantiles a la reforma de las enseñanzas técnicas que permitían acceder con más facilidad a las Ingenierías.

La necesidad de titulares mercantiles parecía esencial, por tanto, la continuidad de las Escuelas de Comercio también era incuestionable. Por ejemplo, un informe que emitió la Cámara de Comercio zaragozana en 1963, a instancia del Consejo de Cámaras, sobre la reforma de los estudios de Comercio, dejaba claro que debían subsistir los títulos de Perito y Profesor mercantil, en la medida que respondían a las necesidades de las empresas. Según un «pequeño muestreo» de la propia Cámara el 100% de las empresas de la capital tenían en sus plantillas o estaban asesoradas por titulares mercantiles. Sin embargo, proponía una modernización de los estudios ampliándolos a la formación de técnicos para las diferentes actividades administrativas de las empresas, por ejemplo, en relaciones humanas, financiación, estudios de mercados o publicidad. La nueva orientación no implicaba abandonar la reconocida labor de las Escuelas de Comercio en la formación contable. El profesor mercantil era «considerado un especialista en Contabilidad, ciencia que ha alcanzado en los últimos años una gran importancia y diversificación» y el perito mercantil es el «subalterno del profesor, con contenido propio, encargado de la mecánica contable».

Los efectos colaterales de no haber reformado los estudios de Comercio 

Las Escuelas de Comercio y los Titulares mercantiles no tuvieron una participación activa en la toma de las decisiones que condujeron a las grandes trasformaciones de la sociedad española en los años sesenta. La puesta en marcha de la política económica que contribuyó al crecimiento de la economía española a partir del Plan de Estabilización Económica de 1959, desde el punto de vista de la participación institucional y profesional, pivotó en los aspectos técnico-económicos sobre los egresados de las Escuelas de Ingenieros y las Facultades de Ciencias Económicas y no sobre los de las Escuelas de Comercio. 

Un ejemplo del papel que se quería dar a las ingenierías en la gestión empresarial fue la creación en 1965 de la especialidad de «organización industrial» en las Escuelas de Ingenieros Industriales46. Tampoco debemos obviar que, hasta los años sesenta del siglo XX, la dirección de las empresas la solían desempeñar ingenieros y licenciados en Derecho. 

Posiblemente la falta de titulares mercantiles en el tejido directivo de la Administración del Estado y en Instituciones políticas relevantes pudo influir en esta marginación. Esa ausencia quedó patente en 1959, cuando la I Asamblea Nacional Extraordinaria de Titulares Mercantiles acordó solicitar al jefe del Estado que se incorporara a los «órganos representativos de la Nación» a los titulares mercantiles como Organización corporativa. Se argumentaba que debía hacerse por «la valiosa colaboración que la técnica mercantil viene obligada a prestar al país por su específica significación dentro de la Economía Española». Entre los tecnócratas que rigieron la economía española en la década de los sesenta no había titulares mercantiles y si los había, lo hacían como licenciados en Económicas, pues habían obtenido esta titulación procediendo de las Escuelas de Comercio. Un dato significativo de la invisibilidad de las enseñanzas mercantiles fue que en el exhaustivo estudio que se publicó en Información Comercial Española, revista del Ministerio de Comercio, sobre la educación en España no se hace ninguna referencia a las Escuelas de Comercio y a sus estudios.

En el terreno económico-empresarial, las Facultades de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales fueron las que lideraron el abandono de los principios autárquicos que definieron la política económica española hasta 1959. La Facultad, desde su creación, diseñó sus contenidos académicos sobre el modelo de una economía abierta, venciendo, como escribe Fuentes Quintana«la tentación de situar las enseñanzas al margen de los conocimientos económicos de la época, adiestrando a los futuros licenciados con métodos estériles o superados, sin vigencia científica». Por el contrario, uno de los adalides de la política autárquica, del «modelo castizo», era Pedro Gual VillalbíJuan Velarde, por ejemplo, dice que Gual «trabajó con ahínco para mantener un clima adecuado para facilitar la aceptación de las doctrinas del proteccionismo y el nacionalismo». Por tanto, es comprensible que las Escuelas quedaran relegadas de la dirección de las transformaciones estructurales de la economía española de los años sesenta, convirtiéndose exclusivamente en centros para la formación de técnicos en la gestión administrativo-contable de las empresas.

Así pues, la carrera de Comercio no tuvo ningún papel significativo durante el periodo de desarrollo económico, cuando se suponía que la administración de las empresas, cada vez más compleja, necesitaba de técnicos adecuados. Empero, las Escuelas de Comercio ya no debían formar esos técnicos puesto que para los tecnócratas del Plan de Desarrollo lo hacía la Universidad. Quizás porque los términos «comercio» y «mercantiles» se identificaban con el pasado y eran sinónimo de contable y no de administración de empresas. 

Por tanto, no es de extrañar que la denominación de las enseñanzas fuera una de las cuestiones que se trataban en los proyectos e ideas para reforma de la carrera de Comercio. Por ejemplo, la Cámara de Comercio de Zaragoza consideraba que los términos mercantiles y comercio estaban superados por lo que convendría denominar a las Escuelas de «Dirección y Administración de Empresas», y a los estudios, «Enseñanzas Empresariales». A partir de la II Guerra Mundial la tendencia en el mundo académico de los países occidentales fue la de sustituir el término «Comercio» por el de «Administración de empresas». 

La denominación de «Administración de empresas» la estaban utilizando en nuestro país, desde mediados de los cincuenta, las Escuelas privadas que se dedicaban a la formación de directivos. Estas instituciones tienen su origen en la «ayuda técnica» americana que se acordó en los Pactos de Madrid de 1953, que se orientaba a aumentar la escasísima productividad de las empresas nacionales. Curiosamente esos centros privados surgieron a raíz de la desaparición de los estudios superiores de Comercio. En este sentido, el catedrático de Contabilidad y académico Antonio Goxens los justificaba porque «se han convencido de que [las enseñanzas impartidas en Escuelas de Comercio] no pueden ser sustituidas por otros estudios». 

A finales de los años cincuenta existían en España varias Instituciones privadas dedicadas a la formación de directivos para las empresas. En 1955, en el seno de la Comisión Nacional de Productividad Industrial se había creado la Escuela de Organización Industrial (EOI), para impartir cursos tanto para titulados superiores como en las empresas; fue «la primera escuela de negocios a la americana en España». En 1956 se creó en San Sebastián la Escuela Superior de Técnica Empresarial (ESTE) que se integraría como Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad de Deusto en 1979. En 1956 se puso también en marcha en el Instituto Católico de Administración y Dirección de Empresas (ICADE) inicialmente dedicado a la formación a postgraduados que desearan acceder a puestos directivos de las empresas; a partir de 1960 desarrolló un programa conjunto de las licenciaturas en Derecho y Empresariales. Hoy ICADE está integrado en la Universidad de Comillas. En Barcelona, también vinculada con la Compañía de Jesús, como ESTE ICADE, se estableció en 1958 la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE). La Universidad de Navarra creo en 1958 el Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) para impartir el «Programa de Alta Dirección de Empresas»; en 1964, con el apoyo de la Harvard Business School, inauguró el primer MBA. Estas Instituciones docentes introdujeron nuevas técnicas en la enseñanza en dirección de empresas siguiendo el modelo de las «Business School» anglosajonas. «En mayor o menor medida todas las escuelas pioneras se beneficiaron de la ayuda estadounidense, aunque ninguna tanto ni tan directamente como la EOI».

Hasta 1971 la Universidad española no introdujo el término «Empresariales» en sus títulos académicos y en la denominación de sus centros. Fue cuando a las Facultades de Ciencias Económicas y Comerciales se les cambió el nombre por el de Ciencias Económicas y Empresariales. Se justificó la nueva denominación tan solo con el argumento de la íntima conexión que había entre los estudios empresariales y económicos. Previamente, septiembre de 1971, se había dividido la Facultad madrileña (era la única donde existía la Sección de Políticas) en dos Facultades: la de Ciencias Políticas, a la que se añadió «y Sociología» en febrero de 1972 con la correspondiente Sección, y la de Ciencias Económicas y Comerciales.

A modo de epílogo: ¿Qué fue de unas enseñanzas centenarias? 

La Ley General de Educación de 1970 fue la que, por fin, puso las bases para resolver la crisis de las enseñanzas mercantiles y despejar su futuro. Con ella desparecieron definitivamente los estudios junto con los términos comercio y mercantil después de 120 años de formar parte de la oferta académica española. Las Escuelas Profesionales de Comercio se transformaron en Escuelas Universitarias, que desde 1972 quedaron integradas en la Universidad como Escuelas Universitarias de Estudios Empresariales, impartiendo el título de Diplomado en Ciencias Empresariales. De esta forma el acceso a los estudios era el mismo que para las enseñanzas universitarias. El éxito de la reforma quedó patente en el incremento del número de alumnos y la creación en los años siguientes de nuevas Escuelas Universitarias de Estudios Empresariales en varias ciudades, alcanzando al final de la década las 38 Escuelas (en 1972 se integraron, en 14 Universidades, 28 Escuelas Profesionales de Comercio). 

En cuanto al peritaje mercantil, su transformación fue más tardía. Desde 1974 estaban impartiéndose los estudios de Formación Profesional del primer y segundo grado de la rama «Administrativa y Comercial», por lo que el Ministerio entendió que la cualificación profesional que daban las enseñanzas mercantiles que todavía subsistían podía ser atendida por las enseñanzas de formación profesional. Así, en 1979 se declararon a extinguir los estudios de perito mercantil y los de auxiliares de empresa e intérpretes de oficina mercantil, trasformándose las Escuelas Periciales de Comercio en Centros de Formación Profesional. Durante los años setenta, pues, los estudios de peritaje y de auxiliares mercantiles eran unos estudios residuales que, en su agonía, apenas competían con las novedosas enseñanzas de Formación Profesional. No obstante, en 1980 se creó en la rama administrativa de la Formación Profesional la especialidad contable, «en atención a los conocimientos que abarca y la demanda social de graduados de la materia» una vez que habían desaparecido las Escuelas Periciales de Comercio.

En resumen, durante los años sesenta no se atendió ninguna de las propuestas que se presentaron para la reforma los estudios de Comercio. Tuvo que ser una reforma global del sistema educativo la que diera una salida a la crisis que atravesaban los estudios mercantiles españoles. Si interpretamos los resultados legislativos como resultado de la existencia de «grupos de presión», siguiendo los principios de la «Public Choise», podemos convenir que los actores de las enseñanzas mercantiles no llegaron a ejercer como grupo porque fracasaron en sus aspiraciones. Quizás, como contrapunto, existían otros grupos de presión más fuertes.

Estos textos han sido extraidos del informe realizado por Don José Infante Díaz de la Universidad de Zaragoza.

Resumen del informe (22 páginas) y transcripción para nuestro Blog: 


Pedro Rubio Dominguez - Profesor Mercantil (73 años) Escuela Superior de Comercio de Madrid.
Licenciado en Ciencias Empresariales por ICADE
Fundador del INSTITUTO EUROPEO DE GESTIÓN EMPRESARIAL en 1986
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